miércoles, 2 de septiembre de 2009

Uno-Diez, por favor


A pesar de que siempre evité la tentación de escribir acerca de, las ya por todos conocidas, experiencias en el transporte público, los hechos se me arrojaron encima de modo tal que sucumbí y me fue, justamente, inevitable.
Hay que reconocer que subte, colectivo, tren y demás son, indudablemente, el espacio de socialización por excelencia donde se suceden situaciones que, si bien cotidianas, ponen sutilmente en evidencia tanto las mezquindades como las generosidades propias y ajenas y de los “conocidos” con los cuales tenemos que compartir el viaje (a veces todos los días y sin siquiera saludarnos).
Martín Caparrós alguna vez comparó el bondi con una coctelera y, ya dentro de un tranvía, Roberto Arlt "carpeteaba" el desdén con que una nena trataba a su novio cara de zanahoria a la que el autor aconsejaba estar atenti.
Definitivamente el transporte público causa sensación y acaba inspirando y siendo fuente de las historias más desopilantes.
Tres clases de experiencias fueron los puntapiés iniciales, que en realidad se convirtieron en algo así como sucesivas patadas.
Hace días que espero el 59 de vuelta a casa acompañada por la “Señora Celadora” y he sido testigo en severas oportunidades de cómo ajustició a aquellos que osaran toser sin taparse la boca, soplar moco tapándose una fosa y pobre de aquel que se le ocurrió soltar así como así un esputo en la vereda. A todos y cada uno de ellos hubo de regañar aduciendo a razones de salud, buen gusto y modales. Todos y cada uno de ellos, fieles a su estilo, la mandaron a la mismísima mierda.
Fue en el 152 cuando una mujer a los gritos y a mis espaldas soltó unos "hay gente que no conoce las reglas de la buena educación" aludiendo a un señor con la misma cara de zanahoria que el novio de la chica atenti de Arlt que estaba cómodamente sentado mientras una señora de unos 70 años colgaba de los agarraderos amarillos. Una vez que se dio por aludido no levantó, sin embargo, sus posaderas del asiento, sino que exhibió violentamente, y a los ojos de todos aquellos presentes, las pruebas de la razón de su falta de atino: una radiografía que, según el susodicho, evidenciaba un agonizante pinzamiento de columna. Todos nos dimos por enterados y la mujer, en un arrebato de complicidad con su espontánea aliada que resulté ser yo, me guiñaba el ojo y hacía girar su dedo sobre la sien aludiendo a "este chavo está loco".
Pero mi preferida fue Chus - vamos a bautizarla de algún modo alusivo - quien me atosigó a preguntas desde el mismísimo instante en que se desocupó el asiento contiguo. Chus quería saber si yo estudiaba música, respondí un amable "no, comunicación" y retomé la lectura. Minutos después se le ocurrió preguntarme qué leía, le contesté "cuentos" y no contenta con ello, Chus incurrió en la pregunta "¿de terror?", para rematarla con un "¿y? ¿son buenos?".
¿Cómo iba a explicarle a esa mujer que justo ese mediodía se me ocurrió repasar en el subte las historias del fanzine "Anécdotas sexuales bochornosas contadas por sus protagonistas"?

miércoles, 12 de agosto de 2009

Leí por ahí alguna vez la apreciación de no recuerdo qué autor que decía algo así como que “un semiólogo sale a caminar por la calle y resuelve juegos de significados y significantes en cada esquina”.
Se refería a que, aquel afecto a la disciplina semiótica, encuentra signos por doquier y se hace un festín si acaso se le ocurre resolver las intrincadas adivinanzas que propone el paisaje urbano.
“La ciudad no sólo funciona, también comunica”, explica Margulis en Sociología de la cultura y lo refuerza con una nota al pie de Eco agregando que “disfrutamos de la arquitectura como acto de comunicación, sin excluir su funcionalidad”.
Resulta entonces que es verdad eso que la ciudad puede leerse como un texto, cual “escritura colectiva” susceptible de ser decodificada por medio de sus calles, edificios, movimientos y hasta en los comportamientos de sus habitantes que reflejará un mundo de significaciones compartidas y construidas a lo largo de la historia.

Convencida de todo aquello, salgo a caminar por la cintura cósmica de la ciudad para toparme con sus signos, apelando al vagabundeo con espíritu abierto y perceptivo cual flâneur a lo Walter Benjamin descifrando París en 1930. O más bien uno de esos clochards con lo que entablaba diálogos y demases la Maga de Cortázar. Y justamente ahí radica el primer error, porque esto es Buenos Aires y aquello es París y por estos lares la ciudad es ilegible a juzgar por una letra cursiva apurada, tachoneada, de tinta volcada y con imágenes que se confunden unas con otras.
No hay renglones, las tipografías varían metro a metro, todo es confusión, ruido, chapitas incrustadas en el asfalto, paredes escrachadas con fibrón, chicles pegados en el cordón de la vereda y cigarrillos a medio fumar esparcidos por las baldosas que sostienen el poste de parada de colectivos.
Lo preocupante de la situación es que los ciudadanos incorporan a su manera de socialización los peculiares modos de tiempo y de espacio, de movimientos, de ritmos y velocidades del lugar donde se suceden sus existencias,es decir, la ciudad. Deducimos entonces que desprolijos, sucios, impacientes, intolerantes y despreocupados por el bien común serán estos seres.
El apocalipsis sobrevendrá el día en que los vea deambular con rayones por todo el cuerpo, con chapitas aplastadas en la frente, escupiendo chicles masticados por la nariz y que de la boca les emanen sonidos de corneta en vez de palabras.

Un semiólogo sale a caminar por la calle, vuelve a su casa tosiendo humo y gritando a los cuatro vientos ¡¿pero qué carajo significa todo esto?!

Fenómeno MarciAno

Quien suscribe, muy inocentemente, invitó por mail, forwardeando una cadena, a sus amigos más queridos con la leyenda "Vean este fenómeno marciano. Agendelón."
La mencionada cadena invitaba a todos a “mirar el cielo” el 27 de agosto, a medianoche y 30 minutos, ya que, supuestamente, el planeta Marte esa noche sería la estrella más brillante en el cielo y tan grande como la luna llena, al punto tal que “será como si la tierra tuviese dos lunas”.
Todo muy bonito hasta ahora, y ni hablar cuando el mail finalizaba con un amenazador “nadie que esté vivo podrá volverlo a ver”. Wooooow digno de un póster promocional de un film Spielberg.


Minutos después, uno de mis queridos amigos destinatarios me contesta lisa y llanamente con un recorte de un sitio de Internet:

Malas noticias para enamorados: no habrá dos lunas

José Martín Sánchez - ¿Cuál es el negocio detrás de esos mails? (que circula anunciando un fenómeno meteorológico inminente que permitirá ver `dos lunas´). Fácil: a medida que circulan los re-envíos de mails van juntando direcciones de correo electrónico para después armar bases de datos `truchas´ y mandar spam.



Totalmente derrotada, no pude más que responderle:

La conclusión a la que arribo es que, no sólo soy una de esas pelotudas que caen en engañosos mecanismos de las cadenas de mails, sino que en mi estrepitosa caída en la mismísima boludez, arrastré conmigo a todos aquellos a los que, cual cabrita inocente, invité a observar el "romántico" fenómeno y ahora mismo recibirán aluviones de correos no deseados.
...Shhhh no le cuentes a nadie...
Es tirarse un pedo en reunión e incluso exclamar un desentendido "uuuh que olor" frente a todos, pero nunca nunca asumir que esa ventosidad fue despedida por su ano
”.

Nada de flatulencias” - me consoló - “porque tuviste la delicadeza de poner a los contactos ocultos, así, las grandes coorporaciones no van a poder succionar sus almas.”

Parafraseando al benemérito San Lucilio Roque y su “nada de tirarse pedos” procuro reivindicarme, pero no me digan que no van a fijarse el 27 de agosto a 12 de la noche si no hay dos lunas ahí afuera... ah? ah?

miércoles, 5 de agosto de 2009

Me tomo un respiro e, irónicamente, voy hasta la escalera del edificio a fumar un cigarrillo y leer la cuasi biografía de Narda Lepes publicada hoy en Crítica.
El periodista le pregunta a la chef cuál es el primer recuerdo que tiene de un cocinero en la televisión, Narda responde “Utilísima” y agrega, “¿la verdad?, no pensaba que iba a terminar haciendo eso porque cuando yo miraba tele quería ser otra cosa”. A mi me pasaba más o menos lo mismo cuando miraba los noticieros.
De chica pasé de vocación monja a paleontóloga, hasta que en 4to grado una “seño” en la materia “clase” nos alentó a que escribamos en nuestros cuadernos forrados de azul una especie de noticia y yo elegí emular la que imaginé hubiese publicado algún diario allá por 1895 cuando los hermanos Lumière exhibieron en Paris por primera vez “La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir”.
Fui felicitada de tal manera que el recuerdo quedó grabado en mi memoria y a la hora de elegir una carrera a seguir opté por bucear en mi pasado y era obvio que enamorada de Jesús no estaba y tampoco me fascinaba ya la idea de desenterrar huesos fósiles.
Ahora bien, de lo que estoy segurísima es de que Narda Lepes jamás osó pronosticar que lo que le iba a pasar era esto.
Bienvenida al club, yo tampoco soñé con ser empleada pública.

miércoles, 10 de junio de 2009

Incomunicación Crónica

Resulta que me cortaron el teléfono "por falta de pago".
Nunca registré deuda alguna y, paradójicamente, hoy apenas llegué al laburo paguémicuenta.com en un arrebato de responsabilidad anticipada ya que ni siquiera estaba vencida. Realmente no entiendo, hace 2 horas y media que estoy tratando de comunicarme con C%$ro, ya escuché una y otra vez el detestable temita de Mika que aplicaron a modo de hold y no me atiende nadie. Quiero denunciarlos de alguna manera, están afectando mi existencia.
Tampoco anda el teléfono de mi escritorio, ni hablar de esta computadora que, como gran cosa, abre google.com. Llamé al de Sistemas para que venga a hacerse cargo y hace una hora aproximadamente me dijo que "estaba viniendo". Trabajamos en el mismo edificio, ¿qué le pasó? ¿acaso se quedó jugando al step en la escalera?.
Recién apareció para decirme que, como estaba ocupado, le había pedido a un tal "Sergio" que suba a arreglarla, pero al tal "Sergio" le dio vergüenza porque parece que yo le gusto. De no creer, la gente a esta altura busca cualquier excusa para no hacer su trabajo y después piquetean si lo pierden (este quizás picotea en todo caso).
Bueno, por fin en C%$ro me atendió "Verónica Cisterna" y el servicio se va a "reestablecer en el transcurso de las próximas horas". Esta empresa me está haciendo sentir que los cordobeses son hostiles porque, maldita sea, tienen su centro de atención al cliente ahí. Pensaron cuál es la provincia más querida de la Argentina, destruyamos su reputación y que el resto del país tenga un impulso asesino cada vez que escuche la tonada y así fue como se les ocurrió instalar sus oficinas en Córdoba. Y así es como se instalan las fobias.

jueves, 4 de junio de 2009

Pediculosis Tardía

Un verano en la casa de mi amiga Charito aparecieron sus primos de Mendoza y uno de ellos se sentó a la mesa a comer luciendo una remera de "Los Piojos". Los únicos piojos que conocía yo a esa corta edad eran los que tenía en la cabeza y a los que los comunicados del colegio se ufanaban en generalizar como "pediculosis". Tanta vergüenza me daba tenerlos que no podía entender cómo una persona podía jactarse de los mismos y andar exhibiendo el nombre de mis enemigos en su indumentaria así como así. Luego supe que Los Piojos era una banda y en el barrio ya se escuchaban en las juntadas cuando contaba con unos aproximados doce años. Por aquel entonces salió "Azul" que fue el primer y único disco original que anduvo yirando por casa y que llegó de mera casualidad: un amigo de mi hermano se compró un minicomponente (así les decíamos en esa época) y el disco estaba adentro de la compactera (también le decíamos así).Mi hermano los escuchaba hacía rato y mi hermana los había adoptado hace poco, entonces mi hermano decía que mi hermana se hacía la nosequé porque le robaba los cassettes para escucharlos. Y después yo también hice lo mismo, pero de mi no se quejaba porque él fue uno de los que siempre me instruyó en la música desde que me hacía repetir los temas de Todos Tus Muertos y me tomaba lección.Los Piojos me catapultaron hacia todo un resto. En cada recital formaba parte de una tribu antes impensada, de una comunión junto a mis amigos del barrio y una masa anónima en la cual yo era una más. Recuerdo haber saltado un vallado para subirme al escenario y resultar expulsada por los guardias, de haberle pedido a cuanta espalda encontraba que me suba a los hombros para agitar desde arriba, de haber fantaseado con banderas que nunca confeccionamos y de haber recitado a los gritos "El Balneario de los Doctores Crotos" hasta quedar sin aliento. "Gris" era el tema que me dedicó un chico que me gustaba y luego con "A veces" nos dimos nuestro primer beso, "Tercer Arco" era nuestro disco fetiche con mi mejor amigo y detesté siempre que a la letra de "Verano del 92" la reemplacen por cánticos de egresados yendo a Bariloche. Mi consciencia adolescente me dictaba que ése era el camino derecho a la rebeldía, que estaba practicando el famoso aguante y me creía ser parte de algo que estaba vedado al resto.Luego el frenesí se calmó y de pronto me di cuenta que había dejado de escucharlos, acaso reemplazados por nuevos discos, quizás fue el hartazgo, el hecho de explorar otros géneros, vaya uno a saber.No estaba en mis planes ir al último recital hasta que una amiga me pidió por favor que la acompañe. Lo que nunca imaginé es que el favor acabaría haciéndomelo ella a mí. Esa noche en River (y en toda la ciudad) hacía un frío de cagarse y yo me sentía de nuevo con 14 años. Me debatía entre disfrutar ese show porque era el último o dejar de hacerlo justamente por la misma razón. No me lo planteé más, me olvidé hasta de la sensación térmica y salí a buscar ese frenesí perdido. Lo encontré, casi intacto entre las letras, las frases alusivas y el entusiasmo ajeno contagiado. "Tenemos que cortar por disposiciones municipales" fue la última frase de Ciro sobre el escenario. No era precisamente lo que esperaba como cierre, pero mi aguante a esa altura ya estaba satisfecho y la emoción de este inesperado repaso por los años más desaforados de mi vida se vio sólo mermado por la posterior y eterna caminata por Avenida Cabildo para buscar un taxi y volver al calor de una vez por todas. Las piernas me dolieron por los próximos 3 días, sin embargo, el loco aplaude contento.

miércoles, 3 de junio de 2009

Un Cine iiideeeaaal

Se encontraron a la salida de un cine de dudosas proyecciones y, como si la hubiesen usado sólo para registrar los bolsillos, se estrecharon la mano a modo de amistoso saludo. Puajjj.
Unas cuadras más allá, en un cine de conocida reputación que proyecta aquello que se publica como gran estreno en los matutinos, ingresábamos a la sala 12. Soportamos durante casi dos horas una de esas películas completamente olvidables y que uno no se reprocha ver si la encuentra en el cable un martes a la noche, pero sí es reprochable en este caso en el que uno se traslada hasta el lugar y, encima, abona una cuantiosa suma para ver una porquería. Lo peor de todo es que uno fue por propia voluntad.
Será que ya no digiero estas comedias tan básicas y plagadas de clichés o que estoy mala onda y que la musiquita de “ahora las cosas salen bien y somos todos amigos” ya no me la banco y mucho menos la de “ahora está todo mal y los personajes secundarios nos sentimos desilusionados de la protagonista, la odiamos” (para que hablar del final con el esperado beso entre la protagonista y el galán).
¿Qué le pasó a Renée Zellweger en la cara?, me preguntaba a medida que avanzaba la película y me resultó muchísimo más interesante averiguar aquello que el final de la historia que protagonizaba.
Para la próxima ya sé, me voy al cine del frente, que me queda mucho más cerca, es “Ideal” y donde, además de valorizar un género distinto, puedo hacer amigos a la salida que nos quieren tal y cual somos. Recocómendable.

jueves, 23 de abril de 2009

La Invasión del Dengue

“El dengue llegó para quedarse”, es la frase impresa que impera en varios diarios del país y la que más se escucha en noticieros e informativos. Sí grave y problemático, pero ninguna primicia ni novedad, lo mismo hizo hace ya casi diez años y en la forma de un perro.
Apareció un día sin que lo llamen y se acomodó en un rincón de la entrada de casa entre las hortensias del cantero. En un principio no sabíamos porqué insistía en quedarse siendo que ninguno de nosotros le guardaba cariño alguno y tampoco él a nosotros, hasta que descubrimos que Papá lo alimentaba a escondidas y de los más exquisitos restos de asado. Incluso fue él quien lo bautizó “Dengue”, aludiendo al bailecito en dos patas que “el Dengue” le dedicaba cada vez que lo veía llegar en su Ford Falcon gris, ya que resulta que en los `90 menemistas, la palabra “dengue” sonaba más bien a movimiento de cadera canina que a enfermedad causada por un virus y transmitida por la picadura del mosquito Aedes Aegypti. Mi hermano F. sugirió “Indi” (por “Indigente”), pero la moción fue rechazada espontáneamente por el resto de los integrantes de la familia, los que naturalmente pronunciábamos “el Dengue” cada vez que queríamos referirnos al perro invasor.
Papá siempre fue un especialista en eso de los apodos y su capacidad innata e inconsciente de practicar el marketing, provocó que nos sumemos a su manera de llamar al perro. “Dengue” sonaba a una mezcla entre lo festivo, el “merengue”, lo divertido, burlón; y, por otro lado, remitía a amenaza, invasión, algo así como una fuerza desconocida que se infiltra en un ambiente.
“El Dengue” se colaba adentro de casa y nos gruñía desde abajo de los sillones, atormentaba a nuestro coquer maricón y abusaba sexualmente de nuestra perra, destrozaba las plantas que Mamá plantaba con tanto empeño y, para colmo, era horrible. Hasta Papá estaba harto de él y al cabo de un año de permanencia dejó de ser gracioso.
Mis hermanos F. y J. procedieron a deshacerse de él por las buenas y lo llevaron hasta el Arco de Córdoba para soltarlo ahí y que viva silvestre tal como había nacido. “El Dengue” caminó los 10 kilómetros de vuelta y a los pocos días estaba en la puerta de casa nuevamente.
Hubo un 2do intento en el cual lo metieron dentro de una valija (supuestamente para que no pueda ver el camino de ida desde la ventana y confeccionar el mapa mental para la vuelta - el delirio nos llevó a pensar que el diabólico perro razonaba), esta vez lo abandonaron aún más lejos y Villa Allende fue el destino. Mientras tanto, mis hermanas M., W. y yo entonábamos guitarra en mano la improvisada canción “Deeengue, Deeengue, entraaa a la valiiija”.
Cinco días después, Mamá una mañana nos desafió con un “adivinen quién está en la puerta...”. Nadie lo adivinó porque no podíamos creerlo: “El Dengue” estaba ahí moviendo su hedionda cola. Resignación y aceptación, esas fueron nuestras opciones. “El Dengue” definitivamente no quería irse de casa y nosotros ya no teníamos nada que hacer en contra de su férrea voluntad.
El perro fue incluso apuñalado con un Tramontina durante un arrebato instintivo de Mamá por defender al coquer maricón que, apresado entre los colmillos del can asesino, la “miraba como pidiendo auxilio” (frase expresa de Mamá a la hora de excusarse por semejante exabrupto). “El Dengue” chilló, pero siguió vivito y coleando con un tajo en el lomo. Parece ser que, además de detestable, era inmortal.
Pero un buen día desapareció y no volvió más. Y obviamente nadie lamentó su ausencia.
Ahora el detestable es el mosquito que está picando a la gente y enfermándolos con el dengue, que no es precisamente ni un perro, ni un baile de alegría. Ya son casi 10.000 las personas infectadas y más detestables aún son los dirigentes como Sandra Mendoza - ministro de Salud de Chaco y mujer del gobernador de la misma provincia- quien asegura que quien tiene la culpa de semejante epidemia es, nada más y nada menos que “el mosquito”.

Si anoche dormiste con la ventana abierta, te olvidaste de poner repelente, despertaste con unas picaduras rositas a la altura del tobillo - las clásicas - y tenés claro que ningún ministerio, y mucho menos el Gobierno, van a ocuparse de las condiciones sanitarias de tu ciudad, de gestionar un plan de prevención y tampoco del estado de tu salud frente a una epidemia como ésta, pinchá acá para por lo menos contar con más información respecto al dengue y saber qué hacer al respecto (la enfermedad claro, sobre el perro aún desconocemos su paradero) .

martes, 21 de abril de 2009

Declaración de Odio

Odio a los bichitos de Junot.
Más que a esos indefinibles osos, perros, ornitorrincos o vaya uno a saber qué son - que al fin y al cabo ninguna culpa tienen de haber sido dibujados por alguien con semejante mal gusto- me resultan detestables quienes los consumen y para colmo les dedican un “aaaaahhh” cuando se los encuentran en alguna librería. Puedo afirmar fehacientemente que jamás podría agradarme una persona que guste de esas criaturas de ojos vidriosos y ridiculamente enormes que se suponen son “tiernos”.
Si, qué mala onda.

Un día común y corriente

Los días comunes y corrientes son aquellos en los que en la agenda no figura cumpleaños alguno, no es el aniversario de nada que haya sucedido en el último tiempo y merezca ser rememorado, no hay reencuentro de promoción del colegio o de ex compañeros de alguna institución que haya logrado reunir gente dispar. Generalmente los lunes o martes suelen ser días comunes y corrientes, a veces un que otro miércoles, pero nunca un viernes, sábado o domingo y muchísimo menos un feriado podría ser alguna vez un día regular.
En la noche de un día común y corriente uno puede elegir irse a dormir tranquilamente y sin ningún tipo de culpa, o ver una película malísima en el cable sin sentir que está perdiendo el tiempo.
Un día común y corriente es como una hoja en blanco, nada está dicho y uno es artífice de su propio destino. Los días comunes y corrientes cada vez son menos comunes y corrientes porque en estos días es cuando más nos sorprendemos o más cosas inesperadas ocurren. O no pasa nada y lo justificamos pensando “y bueno, fue un día común y corriente”.
Amo los días comunes y corrientes. No se me ocurre nada más sofisticado ni inteligente para decir al respecto, pero hoy es un día común y corriente y hago lo que quiero.

jueves, 2 de abril de 2009

Adiós

El Congreso estuvo abierto toda la noche. La gente quería verlo de cerca, saludarlo de lejos, ser parte de la historia, salir a desempolvar banderas, chusmear, vaya uno a saber, pero que una multitud se apoltronó sobre Callao es un hecho. “Murió Alfonsín”, eran las leyendas sobre absolutamente todas las portadas de los diarios de ayer y no pude evitar leer estoicamente cada una de las biografías allí impresas.
Nací en el ´86 y la palabra Alfonsín formó parte de mi imaginario infantil, lo escuchaba a papá hablar de él y sin poder ahora recordar exactamente lo que decía – además de algo así como que habían salido a festejar en el auto de no se quién cuando asumió – la imagen que me formé era de una especie de superpolítico que había venido a rescatarnos de las garras de algo maléfico y que, por lo tanto, ameritaba que mi viejo salga a festejar. Después mezclé esa imagen con el festejo de la victoria de Argentina sobre Italia en el mundial del ´90, parada en la calle Irigoyen mirando como la gente tiraba papeles desde los balcones y armé un collage de sensaciones. A pesar de que mi padre sea un fervoroso menemista –mezcla que quiere fastidiar al resto y otro poco que lo siente- puedo legitimar aquel festejo en el ´83 y sostengo que fue por una buena causa y, aun bajo las circunstancias expresadas, confío en su criterio.
Hoy al mediodía caminé yo también junto a la muchedumbre por Callao hasta el cementerio de la Recoleta y comprobé que lo que se respiraba en la calle era fervor patriótico. Creí que eso ya no existía y que la gente sólo se juntaba para salir a reclamar, a quejarse o si le pagaban el pancho y la coca. Ellos estaban ahí porque querían y sin ninguna pretensión o acaso qué puede pedírsele a una persona que ya no está.
Será quizás que se fue uno de los pocos íconos que quedaban de imagen política comprometida, de buena persona con todas las letras, honesta, y que, más allá de una inflación insostenible y un Pacto de Olivos a espaldas de la gente, se jugó y procuró hacer todo lo que estuviese a su alcance para que en la Argentina pueda respirarse tranquilo. Hoy calculé las edades de quienes marchaban junto a los granaderos por las calles y muchos eran aquellos que vivieron la llegada de Alfonsín como un alivio.
¿Cuándo va a volver a repetirse este fenómeno?, ¿Cuándo muera Menem?, ¿Duhalde?, ¿De la Rúa?, ¿Kirchner?, ¿acaso Fernández? Lo dudo y me desalienta el saber que nuestra clase política esté tan descreída y que no merecerá ni una pizca de los honores y las muestras de afecto que la gente demostró ayer y hoy por Raúl Ricardo Alfonsín.


Pero Hoy Ya No Soy Yo

Hoy no me siento en mis cabales. Nada tiene que ver con mi estado de ánimo la muerte de Alfonsín, el precio de la carne, el comienzo de un nuevo mes e incluso desconozco el hecho de que esta temperatura tan agradable no me haya regalado una linda sensación otoñal.
Hoy no me hallo y consulto el horóscopo a ver si doy con alguna clave: “como tienes de tu parte los planetas de la suerte, el día tendrá un excelente comienzo. El resto depende de ti”, es la leyenda que puede leerse al lado del dibujo de los divertidos pececitos. Pienso que no soy muy afecta a los astros y minimizo la capacidad de su verdad remitiéndome al cuento de un profesor de la facultad que explicaba que el último en llegar al diario era el encargado de redactar el horóscopo del día a modo de castigo.
Si, mi día tuvo un excelente comienzo. Me desperté al lado del chico que me gusta, me bañé, llevé la ropa a lavar e incluso conseguí unas calcitas requete monas a la vuelta de casa. Pero no es eso. Depende de mi y no se qué hacer al respecto.
Un amigo siempre me dice que yo no soy de las que declaran “hoy estoy mal”, me lo planteo, pero no es eso: no estoy mal. Reconozco estar arrastrando una extraña sensación de sentirme lejos de casa y hambrienta de la familiaridad que me genera el estar cerca de mi mamá y hermanos, pero tampoco es que estoy sufriendo ningún tipo de desarraigo. Quizás sólo necesito descansar un poco de tanta desidia y relajarme en pos del destino.
Mañana es feriado y tengo todo un día para pensarlo. O no.

*N de la A: Esto lo escribí AYER.

viernes, 27 de febrero de 2009

miércoles, 25 de febrero de 2009

Anbilivabol

El arte llega a veces a límites insospechados que atentan con el mal gusto echando a perder el sentido común - el menos común de los sentidos-.
Dejando de lado los motivos religiosos, que en este caso no juegan, ni siquiera en su calidad estética podemos justificar el incluir a semejante figura en una obra.

http://www.criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=19333

viernes, 20 de febrero de 2009

Coloro, Sípido, pero sobre todo Odoro

El primer inodoro que hubo en mi casa era de color amarillo, de marca Ariel y con un elegante cervatillo a modo de logotipo.
Hace unos días mi hermano, ya mayor y pisando la adultez, me confesó que de pequeño quería llamarse del mismo modo que aquel inodoro al que todos visitábamos siendo que éramos 6 personas compartiendo el mismo.
Tengo la firme convicción de que cada casa tiene su mística y según los hábitos que adopten en la misma se configurarán como unas u otras. Ni malo ni bueno, meramente una diferencia de costumbres. Hay casas donde se toma soda y casas donde no. Hay casas donde la sal no puede pasarse de mano en mano y otras en las que no es entendido como un mal augurio. Hay casas donde se usa toalla para el bidet y casas que no.
Toalla para secarse las partes luego de usar el bidet, ¿qué es lo que prima? ¿suavidad, higiene, gérmenes restregados entre unos y otros? Definitivamente, en mi casa no y justamente debido a la última opción. Nada de andar paseando la misma tela por partes del cuerpo de donde salieron desechos fecales y muchísimo menos si esa parte del cuerpo es tan particular y personal como aquella a la que no hace falta haga alusión. Se usa papel higiénico y se “arroja al cesto” tal y como lo requieren los carteles que se ubican generalmente en los recintos diseñados para los fines escatológicos y de desagote corporal.
Peor es aún cuando uno se encuentra con que, en el baño al cual uno pretende acceder, la famosa toallita no pende de un oportuno gancho, sino que ha sido arrojada como quien no quiere la cosa sobre las canillas y uno se ve en la obligación de correrla de ese lugar para poder accionar el bidet. Los maldigo y paso a refrescarme las herramientas pensando sólo en las ganas que tengo de hacer lo mismo con mis pobres dedos que hubieron de someterse a semejante traspaso de marronada ajena.
Sabia decisión de mi madre la de no ubicar una toalla junto al videt porque, a juzgar por la cantidad de gente que compartía ese baño, estaríamos todos infectados por el hediondo de Ariel.



REPERCUSIONES IMPERDIBLES

Señora Madre
"En algunas casas las llaman “toallitas culeras”. No sé si todos usan las mismas, misterio que no quiero develar. Prefiero mis 80 metros vírgenes de germenes de parientes, conocidos y amigos. Cada casa es un mundo y uno cree que la del lado es mejor, más limpia, más linda y todos se portan menos mal.
Esto está bueno porque nos lleva a una autosuperación, propulsada por una “competicion” imaginaria creada por nuestro acomplejado ego que sufre de inferioridad crónica. “Seguro que en lo de tal, no hacen esto!!” Lo hacen y mucho peor, pero mejor es no saberlo.
Mientras tanto yo sigo haciendo dibujitos en mi papelito blanco que después despido ritualmente al pie de la cascada de la fosa sin fondo."
Hermana (usuaria de Ariel)
"Menos mal que es Ariel el ino y no Ariel el transportista!"
Hermano (que deseaba llamarse Ariel)
"Mi intimidad ha sido ventilada!! te autorizo..."
Otra Hermana
"J. se la come, Ariel se la da".

viernes, 6 de febrero de 2009

A Mi Pesar

El cuento lo encontré en la revista La Nación del domingo y, a pesar de que lo escribió una mujer supuestamente metiéndose en la cabeza de un hombre, escapa a las diferencias de género y, obviando la parte de tetas, esmalte de uñas, atendida de teléfono y movimiento de manos porque las mujeres NO me gustan (no chicas, lamento desilusionarlas), retrata casi a la perfección algo que suele sucederme a menudo.
Quizás todavía soy pendeja y no se absolutamente nada sobre el amor, podrán decir algunos.
Éste es un pequeño extracto que ilustra lo que intento explicar:

Un lunar, un vestido, un anillo, una carcajada, tetas grandes o chicas, el color del esmalte de uñas, el modo en que una mujer atiende el teléfono o mueve las manos: uno siempre se enamora y se desenamora de detalles. Nadie se pelea con la novia por haberle descubierto un gran vicio, por descubrir que es fan de Tinelli o de Neustadt o por saberla víctima de una enfermedad incurable y contagiosa; las razones del amor y del desamor son mínimas y aveces inescrutables. Un gesto, una palabra, una observación desubicada pueden precipitar la catástrofe. No voy a ser tan imbécil como para desenamorarme por eso, me digo.. Pero de noche no puedo dormirme, el corazón se me acelera: ese detalle, ese maldito detalle se repite una y otra vez en la memoria; el timbre de su voz, una frase, una sola palabra me taladra el corazón (...)
Y ya no puedo hacer nada para revertir la situación. Entonces invento una excusa y vuelvo a ser libre, a mi pesar.



viernes, 30 de enero de 2009

Leer es una Aventura sin Fronteras

Una noche hace muy mucho tiempo atrás soñé que acababa en la cárcel, el motivo era indistinto, lo interesante de la cuestión era mi arrollador positivismo que me llevaba a pensar "bueno, no está tan mal después de todo, dentro de la cárcel voy a tener tiempo de leer todos esos libros que siempre quise y no pude".
Tanto para el ingreso como para la salida en mi trabajo tengo que hacerlo a través de un molinete al cual acerco una tarjeta con mi código personal como empleada. La entrada es a las una de la tarde (unaycuarto a más tardar) y la salida, a las nueve de la noche. Entre la una y cinco y las tres de la tarde tengo la posibilidad de tomarme cuarentaycinco minutos (ni uno más) para almorzar fuera del edificio.
Hace un mes que trabajo ahí y ya llevo leídos cinco libros y ayer empecé el sexto.

La Vieja está en la Cueva

Leer en la tele "Llueve en Buenos Aires" y ver imágenes de la ciudad desde arriba y cubierta de nubes ya de por sí es lo suficientemente poético y mucho más si estoy en ese lugar y en el mismo momento en que ocurre mi fenómeno meteorológico preferido.
Lo desesperante es estar mirándolo de lejos y a través de una minúsucla ventana en la oficina desde donde no se ve el cielo, sino cómo se estrellan las gotitas contra el vidrio. Imagino el resto y pienso en aquel cuento de Cortázar.
Un compañero comenta en voz alta "qué día para dormir una siesta" y es tan cierto que ya deposité mi imaginación sobre la cama.

Kiki


Mi hermana mayor se llama Micky y tiene once años más que yo. Cuando niña, era tal la admiración que sentía por ella que, a la típica pregunta "¿qué querés ser cuando seas grande?" mi respuesta, sin miramientos y con total seguridad, era "como la Kiki". Si en esa época hubiesen existido poster y album de figuritas con su cara, yo hubiese tenido todos. Ese es el cumplido más lindo y divertido que le dije alguna vez a alguien en mi vida.

miércoles, 21 de enero de 2009

La Mirada de los Otros

Mi amigo N. me ve asi:
S. y T. creen que la imagen más acertada de mi persona es una más o menos así:

A. me envió un mail con este adjunto al grito de "es igual, igual!":


Muchos ni me reconocieron cuando me vieron así:

Y Pedro no me puede ni ver:


Asi que opté por enmascararme y que todo me chupe un huevo,


Quiero estar de moda.

lunes, 12 de enero de 2009

Los Rockeros También Mueren

Hoy al mediodía murió Alejandro Sokol y me quedé pasmada frente a la pantalla del televisor por tamaña noticia inesperada.
Lo que más me inquieta es que su deceso comenzó en la mismísima terminal de ómnibus de Río Cuarto.
Definitivamente entonces aquello que presencié hace exactamente una semana era una premonición y me asusta mi acertada conclusión porque no soy precisamente una persona propensa a las percepciones metafísicas o a sueños alusivos o a ningún tipo de horoscopidad respecto a lo que va a pasar, a diferencia de seres que me rodean o rodearon como mi madre o incluso mi abuelo.
“Noches y más noches antes de amanecer, tratando que mi corazón, no explote” cantaba el Bocha en “20 Minutos” y hoy dejó de tratarlo y explotó, seguramente por ese exceso de noches y más noches. El médico que lo atendió explicó que Sokol entró al hospital de Río Cuarto con prácticamente todas sus extremidades frías y entumecidas y luego de la autopsia reveló que, a pesar de contar con tan sólo 49 años, su corazón parecía el de un anciano. El alcohol, las drogas y las grasas trans eran parte de la dieta del Bocha y aunque en algunas épocas mitigaba ese consumo con frenéticos bailes sobre el escenario, de todos modos no fue suficiente.
Y qué bailes. Puf. Ni siquiera mis habilidades sobre las pistas podían aproximarse a ese ir y venir de brazos y piernas que tantas veces me ufané en imitar sin resultados siquiera similares.
En aquella oportunidad en la que me enteré que se separaba de Las Pelotas, mi frase fue “qué va, si Sokol no está, no voy más a verlos” y ahora que no está ni siquiera en un proyecto paralelo ni en la faz del universo, es aún más profunda la nostalgia y la tristeza que me aquejan. La terminal nunca tuvo una denominación más acertada. El viaje del Bocha fue más largo de lo que esperaba y se fue solo, derrotado y escondiendo la cabeza en un capullo, como el ñandú.



ALEJANDRO SOKOL

1960 - 2009

miércoles, 7 de enero de 2009

Premoniciones

El lunes por la mañana llegué a Buenos Aires y me encontré en Retiro con un cadáver (propiamente dicho) tapado con bolsas de residuo y escoltado por dos policías. Todavía me carcome la intriga acerca de qué fue lo que le pasó a ese pobre hombre al que sólo pude verle las alpargatas blancas que salían por debajo del nylon negro que lo tapaba. Busqué en absolutamente todos los diarios online y nadie menciona el tema.
"Linda manera de recibirme", pensé y después escuché el comentario cláaaasico de mi escolta que decía "y si, esto pasa en Argentina porque es un país de negros", siendo que ya había desahogado semejante conclusión mientras el bus entraba a la estación cuando una pendejita peinada con dos colitas de pompones que se sentaba detrás nuestro se le ocurrió prender el celular de su madre para deleitarnos con distintas piezas de cuarteto cuando no eran ni las 8 de la mañana.
¿Qué le pasó a ese ser? Lo más extraño de todo es que el cuerpo estaba... ¿vieron donde estacionan los bondis?... bueno, ¿vieron que entre lugar y lugar hay como unas mini pasarelas por donde uno camina cuando está yendo a dejar la valija en la bodega del bondi?... bueno, AHI.
Muy extraño y al mismo tiempo escalofriante.
¿Habrá sido abatido por la fuerza policial?
¿Se habrá descompensado a causa del calor?
¿Se habrá suicidado frente a la partida del algún ser querido?
¿Habrá sido víctima de una combustión espontánea?
¿O habrá tenido una visión y se dio por enterado que el 2009 va a ser un año de mierda?